lunes, 2 de agosto de 2010

Mi nueva era

Queridos lectores, lectoras, amigas, amigos y gente que admiro:


Pronto la vida literaria de éste que escribe, iniciará una nueva etapa. Pero, si me permiten, quizá lo primero que debería contarles es cómo empezó:

A decir verdad, fue hasta hace poco que supe realmente que quería ser escritor. Para entonces estudiaba leyes, orillado por la presión de mi padre, por el miedo a confrontarlo y por mi indecisión. Sería injusto culparlo a él de mi desatino, finalmente cada quien es el principal responsable de sus decisiones y el dueño único de su vida, además de que en el fondo yo no tenía completamente claro a qué quería dedicar la mía. Ni siquiera me había preguntado si tenía una misión.

Alguna vez supe que quería ser músico, pero para un mortal imberbe al que aparentemente el destino lo condenó a vivir entre economistas, contadores y abogados, resulta difícil dar el paso y gritar a los cuatro vientos la revelación. Un día me atreví a hacerlo y los resultados no fueron los mejores. Tampoco fueron malos, de hecho aquí pueden escuchar una que otra canción: www.myspace.com/kolomusik

Pero bueno, intentaré no desviarme más, que ya bastante lo hice. El caso es que fue el amor, como siempre suele hacerlo, el que acabó por abrirme las brechas que me conducirían después a mi auténtico camino, el de las palabras y la tinta. A mitad de la carrera, saliendo de una clase de “sucesiones” (materia que a la fecha me causa conflictos, sobre todo porque heredé malas maneras, vicios y una nariz por la que prefiero evitar las fotografías de perfiles) descubrí en el jardín a una mujer que me hizo perder la razón, que luego descubrí no estaba perdida, sino más bien secuestrada por el corazón.

Como siempre fui tímido, vecino de los idiotas, nunca me atreví a decirle nada y me conformé con escribirle bajo un pseudónimo. Averigüé todos sus datos y su cuenta de correo electrónico y, con la ilusión de que mis letras la enamorarían, comencé a escribirle y a escribirle. Además de recurrir al anonimato, para ser aún menos obvio, en los correos que le enviaba incluí a otras personas cuyas direcciones obtuve de una base de datos de estudiantes de la universidad. De aquella larga lista de personas sin rostro sólo la conocía a ella y no me interesaba la respuesta de nadie más que la suya. Los demás destinatarios me servían simplemente para ocultarme más. El primer correo que mandé fue este: fjkoloffon.blogspot.com/2008/07/el-1er-escrito.html , que releo y me sonrojo de lo cursi.

Diario revisaba mi bandeja de entrada con la esperanza de que alguna de mi cartas hubiera llamado su atención. Y jamás contestó. Pero a cambio empecé a recibir algunas respuestas de otros de los destinatarios, que en algunos casos se decían hondamente tocados por mis palabras y sobre todo asombrados por haberlas recibido en el momento perfecto (bendita sea la sincronía). Esta fue la primer respuesta a mi primer correo: fjkoloffon.blogspot.com/2000/09/la-primera-respuesta-mi-primer-correo.html
Entonces comencé a establecer un vínculo con ellos y ya no sólo escribía para la que me había robado el sueño, sino ahora sí para toda la lista. Por cada nuevo correo que enviaba por lo menos recibía uno de vuelta. Por supuesto que recibí tantas muestras de empatía como burlas y críticas, pero nada ni nadie me detenía. A partir de ese momento escribí sin parar. Y en el instante mismo en que enviaba cada mensaje, siempre dirigidos a la lista original —incluida ella—, me invadían unas ansías incontenibles de conocer los efectos que posiblemente causaría, y el sólo hecho de comprobar que algo pasaba y que las reacciones surgían, me empezó a inyectar una energía sobrenatural que acabó por convertirse en mi fuente de vida, en el latir de mi corazón. Cada que encuentro las palabras en el techo entiendo para qué nací. Para seguirlas buscando.

Continué escudado en mi pseudónimo durante varios años, me avergonzaba tanto desnudarme, salir a la calle sin armadura. Existía ya un número considerable de personas que conocía demasiado de mí y hasta cierto punto me resultaba bochornoso. Pero llegó un momento en que me fue imposible contener esta fuerza que me provoca la escritura, si no exclamaba quién era, estallaría. Así que en el cumpleaños de mi padre, frente a toda mi familia, antes del postre puse sobre la mesa el borrador de mi primer libro. A él se le iluminó la cara porque juró que se trataba de mi tesis de la maestría que estudié en ciencias afines al Derecho, mas no finas. Todos ignoraban que las ojeras se debían a los años de madrugada que pasé en la computadora escribiendo El Astronauta Terrestre. Apenas aquella noche se enteraron que escribía.

Con la ayuda de distintas personas, entre ellos mi padre, publiqué de manera independiente la novela (acompañada de un soundtrack que compuse junto con otro desertor de las leyes) y conseguí que se distribuyera en distintas librerías con las que constantemente discutí para que no lo arrumbaran al fondo de los estantes o en las bodegas.

Una tarde que me senté a buscar qué sucedía con El Astronauta Terrestre en Google, me topé con la mayor sorpresa de mi vida (que pasó a segundo lugar cuando mi entonces novia me avisó que estaba embarazada): Librerías El Sótano lo mencionaba en el Periódico Reforma como el tercer libro más vendido en la sucursal de Miguel Ángel de Quevedo. Ese día me invadió una gran certeza…

El Astronauta Terrestre se puede descargar gratis desde aquí: http://www.elastronautaterrestre.com/

Les cuento todo esto porque me parece evidente que absolutamente todas las cosas en efecto ocurren por algo, pero antes que nada porque estoy convencido de que somos seres creadores, extraordinarios, capaces de transformar la realidad por avasallante que parezca. La fe, la confianza, la pasión y la entrega son las armas de quienes luchan contra la corriente para fluir hacia su porvenir.

Y luego de esta historia, que tengo la certeza de que apenas comienza, regreso al inicio, cuando mencioné que estoy por iniciar una nueva etapa en mi vida como escritor. Y lo digo porque se aproximan novedades y nuevos retos (qué sería de nosotros sin ellos) que me gustaría compartir:

En primer lugar, en orden de acontecimientos, quiero avisarles que en breve estrenaré un nuevo portal: http://www.fjkoloffon.com/ , desde el que sin ningún costo podrán seguir descargando El Astronauta Terrestre y en el que, además, —este punto es el principal que quiero transmitirles—, se comenzará a difundir información acerca de la nueva novela, que se publicará en 2011 bajo el título de EL TROMPETISTA y la cual nuevamente contendrá un soundtrack, en el que figurarán temas de bandas como Bright Eyes, Monocordio, La Habitación Roja, Los Románticos de Zacatecas, El Columpio Asesino, Cahuenga, Mercromina, Gepe, San Pascualito Rey, Chikita Violenta y otros grandes artistas. Otra alegría muy grande es que también desde el nuevo portal lanzaré una tienda muy especial y significativamente diferente a todas las que conocen, de la que ya les daré detalles más adelante.

Por último, quiero aprovechar que actualmente soy una persona un poco más libre que hace algunos años y que la tecnología hoy día nos permite expresarnos abiertamente a través de distintos canales (una herramienta preciosa especialmente para quienes tenemos la fortuna de que cierta gente se interese en leernos), para establecer contacto con mis lectoras y lectores, por lo que los invito a que me sigan en twitter (www.twitter.com/FJKoloffon) y en facebook (www.facebook.com/FJ.Koloffon), desde donde igualmente les comunicaré noticias, adelantos y donde aprovecharé asimismo para compartir palabras, frases, fotos, ideas, pensamientos, deseos y, por qué no, una que otra vanalidad. Aprovechemos las nuevas tecnologías que nos permiten estar realmente unidos y conectados en colectividad.

Lo mejor para todos ustedes,

@FJKoloffon
Bio: abogado de papel,
publicista de oficio
y escritor de corazón.
Abandonó el deporte el día de su matrimonio
aunque actualmente corre la maratón de la vida.

Vivimos una era en que prácticamente todo es posible si lo deseamos. Es cosa de creernos.

sábado, 16 de enero de 2010

Feliz cumpleaños.

FELIZ CUMPLEAÑOS
FJ. Koloffon


Si el día que nacimos empezamos a morir, entonces deberíamos vivir más seguido.

Son ya algunos años los que tengo, y los que ya no. La edad puede ser poca o mucha, depende de la mirada de quien la juzgue. Yo, que ya sólo veo a través de los ojos de mis hijas, considero que tengo la suficiente para hacer un recuento de las cosas que he hecho y de las que todavía permanecen en mi mente como una ilusión oxígena.

Qué bueno que en los cumpleaños toque pedir deseos, porque yo aún conservo muchos en el estómago que comienzan a hacerme sentir demasiado barrigón como para poder cumplirlos. Quizá sea tiempo de enfocarme en los más profundos y resignarme a degustar el resto en una buena sobremesa con los amigos, a los que, por cierto, debería ver más, porque cada vez tengo menos.

Mi cuerpo ya no es el de un joven fornido, sin embargo, aún conservo en buena forma la intención de ser feliz. Esa ha sobrevivido a la batalla diaria de la vida, que siempre insiste en poner a prueba si estoy hecho para lo que creo que existo. Si no amara lo que hago, hace tiempo habría desistido. O simplemente viviría desilusionado o, lo que es peor, sin ningún motivo más que el de despertar para volver a dormir.

Sin duda que los amaneceres son nuevas oportunidades —que no me he cansado de desperdiciar con el transcurso de los días—, y las noches la aliviosa posibilidad de reencontrarse con ellas a la mañana siguiente. Metido en la cama con la luz apagada, los ojos cerrados y las manos puestas junto con los pensamientos en el corazón, es cuando reconozco mis auténticos anhelos, los que generan en mis adentros la certeza de lo que significa alegría. Supongo que cada quien tendrá su propia definición.

En esta lucha constante llamada existir, he aprendido algo que vale tomar en cuenta: la felicidad no se encuentra en el futuro. Por ello, a donde sea que uno vaya, considero que es mejor no partir desde la esperanza, sino desde el ahora mismo. El presente es el tiempo de los dichosos, y ese tipo de gente, que camina tan campante por la vida, sabe lo que muchos consideramos el más grande e indescifrable de todos los misterios: nacemos simplemente para ser. Para eso vinimos, no hay más.

Pero vaya que es difícil, es algo que necesariamente debe recordarse todos los días o de lo contrario se olvida y acaba uno por confundirse. A mí me pasaba los días quince y los treinta, cuando me pagaban por trabajar de algo que me hacía infeliz. Entonces, con los bolsillos llenos, hasta me hacía un poco a la idea de que tal vez sí había nacido para eso. Pero los meses tienen menos quincenas que días y estar en un lugar que no es realmente el tuyo termina por fruncirte el seño y frustrarte el espíritu.

Aunque papá jura, y a su manera me reprocha —dado el dinero y las esperanzas que invirtió en mí—, que de haber continuado de abogado ahora sería mucho más rico, yo estoy seguro que esta tranquilidad de la que soy dueño no me hubiera alcanzado para comprarla ni con la mayor de las comisiones del más caro juicio. La paz que arrulla a los sueños al final de un largo día es invaluable.

Y si bien pertenencias todavía tengo pocas, en posesiones puedo presumir que soy rico. Atesoro en el alma el amor puro de mis hijas, el celoso amor de mi esposa, el amor mudo de mis hermanos y el amor de mis padres, que, como el mío por mis hijas, es infinito y sin condiciones.

De lo que urge que me apropie, a como dé lugar, es de mi existencia, ser dueño absoluto de mis acciones, de mis ideas, de mis decisiones y de todas las consecuencias que el mundo tenga preparadas para mí cuando finalmente me decida a ejercer plenamente mi derecho a la vida, a ser quien soy, a hacer lo que precisamente me produce en el interior ganas de vivir.

Si fuera todavía un niño, o más bien un joven, y mi padre me diera a escoger un regalo de cumpleaños, creo que le pediría que intentara no verme como el reparador de sus frustraciones. Quizá esté todavía a tiempo de pedírselo, aunque ya sea yo todo un adulto. Por mi parte, si acaso a mis hijas les interesan, tengo el propósito de regalarles mis logros en herencia; las decepciones trataré de llevármelas a la tumba y descansar en paz con ellas. Lo juro.

Por lo que a mí deseo respecta, hoy que envejecí, le pido a Dios fuerzas, claridad, milagros, confianza y una que otra proeza para seguir mi camino y cumplir mi misión, que es probablemente la misma de todos: ser feliz. Que conserve la energía para vivir, como si fuera el primer día de mi vida. Y las ganas, como si fuera el último. Y que sea también capaz de construirle una gran casa a mi familia y recuerdos felices a los que puedan recurrir cuando la tristeza toque a la puerta.

Gracias a la vida por sus detalles, por sus protagonistas, por el amor, las sorpresas y por todos aquellos instantes que hacen que valga la pena vivir. Y gracias, sobre todo, por permitírmelo, porque estoy aquí y respiro, porque un día como éste, de hace algún tiempo, nací.

Feliz cumpleaños a mí.




1. El autor faculta, a quien así lo deseé, a utilizar o reproducir el presente texto de manera parcial o íntegra por cualquier medio, siempre que incluya la cita respectiva.
2. Recuerda que ya puedes descargar de manera gratuita su primera novela, El Astronauta Terrestre, a través del sitio: www.elastronautaterrestre.com 3. Comentarios: www.facebook.com/fj.koloffon